Una vez, no hace mucho ni poco tiempo ocurrió lo que nunca volverá a suceder, abrid vuestras puertas para acercaros a lo vivido por una pequeña cobaya del destino.
La hicieron llamar Paloma y como su historia era una niña singular, tenía un corazón débil, más vulnerable de lo que su edad admitía y cierto día, el viento y una puerta decidieron jugar con la sorpresa de Paloma y la inconsciencia de dos crios; así fue como sucedió la primera vez, así fue como la niña cambió el vaso de leche en la mesilla por el gotero nocturno durante dos duras semanas. Ese acontecimiento cambió su ser para siempre y fue la causa del desarrollo de un voráz apetito por el conocimiento, pensando que si destripaba el funcionamiento del mundo, no volvería la sorpresa a alimentar la curiosidad de su corazón, hasta tal punto que decidiera de nuevo detenerse para mirar. Quería saber el cómo y el por qué de todo, dominar todas las variables de todos los elementos que pulularan juguetones a su alrededor y así, ver venir sus físicas travesuras como el que predice la comida con el olor al abrir la puerta del hogar. Exponencialmente fue creciendo su deseo por saber, convirtiéndose en algo casi instintivo, casi genético, buscando predicciones cada vez más complejas que eliminaran de su cosmos la sorpresa. Queriendo vaticinar el futuro, buscar indicios que le llevaran a visiones cada vez más lejanas del qué será. Pensaba en la próxima semana, en el próximo mes, en la fecha en que la cornisa perderá su batalla con la gravedad, en el momento que el pomo se divorciará de la puerta para pedir la mano en segundas nupcias, enfermizamente llenando su mente de probabilidades del mañana, pero cada vez con más ahinco del pasado mañana, interpolando su juventud, su madurez, incluso su vejez.
Todo esto la convirtió en una mente compleja, pero completa, llena de datos y conocimiento, llena de seguridades y a la vez de miedos a los que vencer con más conocimiento. Odiaba lo aleatorio, lo impredecible, y abrazaba la calma de lo protocolario, de la ley natural sin excepción, sin excusa.
Acostumbraba a saltarse una de cada dos noches para analizar con su particular método científico la dinámica de un mundo que le pillaba a esas horas ausente por el sueño, pero que podía jugarle malas pasadas que podían ser la última. Una de esas noches mientras clasificaba los sonidos de las diversas especies que habitaban más allá de su ventana, comenzó a escuchar unos ruidos que poco a poco fueron mutando a timbres cercanos, a balbuceos y más tarde a palabras; no supo nunca de quien eran pero agradezco que lo hiciera así, poco a poco con calma, para no despertar a la sorpresa. Cuando la voz se hizo totalmente inteligible comenzó a susurrale, a contar con tanta precisión, con tanta maestría que la palabra se veía y pudo oirlo todo con los ojos. Aquella voz que sonaba a imágenes le mostró la película de su vida, pasado, presente y futuro. Vio y supo, como ella quería, pasó por todos los días de su vida en unas horas, y aquella voz le regalo un hurto, le robó la sorpresa, le quitó para garantizar su vida. Le enseñó tanto cambio como el que sufre cada alma que nos habita, tanto paso, tanto salto como los que nos manda la vida llegando por fin al final de la partida. Supo allí que lo sabía todo, todo sí, pero no se conocía. No sabía discernir entre tanto cambio quien era en esencia ella, quién de verdad vivía, quién había sido, quién era, quién sería. A pesar de que pasó como su voz le decía, toda la vida buscándose y toda la vida perdida.
La hicieron llamar Paloma y como su historia era una niña singular, tenía un corazón débil, más vulnerable de lo que su edad admitía y cierto día, el viento y una puerta decidieron jugar con la sorpresa de Paloma y la inconsciencia de dos crios; así fue como sucedió la primera vez, así fue como la niña cambió el vaso de leche en la mesilla por el gotero nocturno durante dos duras semanas. Ese acontecimiento cambió su ser para siempre y fue la causa del desarrollo de un voráz apetito por el conocimiento, pensando que si destripaba el funcionamiento del mundo, no volvería la sorpresa a alimentar la curiosidad de su corazón, hasta tal punto que decidiera de nuevo detenerse para mirar. Quería saber el cómo y el por qué de todo, dominar todas las variables de todos los elementos que pulularan juguetones a su alrededor y así, ver venir sus físicas travesuras como el que predice la comida con el olor al abrir la puerta del hogar. Exponencialmente fue creciendo su deseo por saber, convirtiéndose en algo casi instintivo, casi genético, buscando predicciones cada vez más complejas que eliminaran de su cosmos la sorpresa. Queriendo vaticinar el futuro, buscar indicios que le llevaran a visiones cada vez más lejanas del qué será. Pensaba en la próxima semana, en el próximo mes, en la fecha en que la cornisa perderá su batalla con la gravedad, en el momento que el pomo se divorciará de la puerta para pedir la mano en segundas nupcias, enfermizamente llenando su mente de probabilidades del mañana, pero cada vez con más ahinco del pasado mañana, interpolando su juventud, su madurez, incluso su vejez.
Todo esto la convirtió en una mente compleja, pero completa, llena de datos y conocimiento, llena de seguridades y a la vez de miedos a los que vencer con más conocimiento. Odiaba lo aleatorio, lo impredecible, y abrazaba la calma de lo protocolario, de la ley natural sin excepción, sin excusa.
Acostumbraba a saltarse una de cada dos noches para analizar con su particular método científico la dinámica de un mundo que le pillaba a esas horas ausente por el sueño, pero que podía jugarle malas pasadas que podían ser la última. Una de esas noches mientras clasificaba los sonidos de las diversas especies que habitaban más allá de su ventana, comenzó a escuchar unos ruidos que poco a poco fueron mutando a timbres cercanos, a balbuceos y más tarde a palabras; no supo nunca de quien eran pero agradezco que lo hiciera así, poco a poco con calma, para no despertar a la sorpresa. Cuando la voz se hizo totalmente inteligible comenzó a susurrale, a contar con tanta precisión, con tanta maestría que la palabra se veía y pudo oirlo todo con los ojos. Aquella voz que sonaba a imágenes le mostró la película de su vida, pasado, presente y futuro. Vio y supo, como ella quería, pasó por todos los días de su vida en unas horas, y aquella voz le regalo un hurto, le robó la sorpresa, le quitó para garantizar su vida. Le enseñó tanto cambio como el que sufre cada alma que nos habita, tanto paso, tanto salto como los que nos manda la vida llegando por fin al final de la partida. Supo allí que lo sabía todo, todo sí, pero no se conocía. No sabía discernir entre tanto cambio quien era en esencia ella, quién de verdad vivía, quién había sido, quién era, quién sería. A pesar de que pasó como su voz le decía, toda la vida buscándose y toda la vida perdida.
2 comentarios:
Tioooo no te voy a decir q eres un maestro xq lo eres, y ademas ya te lo he dicho!
El cuento me ha gustado xq me ha mantenido interesado todo el tiempo, incluso cuando te recreas exageradamente en los detalles, xo es espectante a la vez!
Felicidades amigo, ya sabia q tenias un don "cultureta" xo este me ha sorprendido!
Un abrazo ;D
clap clap clap
Crecer es también perder la inocencia. Pero se puede crecer sin poner cristales ni trincheras alrededor de tu corazón, ahora: ¿quién se atreve?
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