Le doy vueltas y vueltas y al final siempre la misma respuesta. La misma respuesta a la que me veo abocado cada vez, desde hace ya un tiempo, un tiempo más largo del que siente mi cuerpo pero no por inocuo irreal, con sigilo pero pasa. Una respuesta que parecía no estar hecha para mis cábalas y que ahora está tan unida a mi como el responder al preguntar, como la ladera a la montaña. A mi, desembocadura de sonidos remados por máximas, por soluciones obvias y tajantes para un mundo global, más ciego que sencillo, más necio que perdido. Soluciones que ahora buscan tierras lejanas, utópicas donde puedan seguir siendo solución, donde irónicamente sean ellas salvadas y no se descarten de la baraja de argumentos, donde no supongan a la razón de hoy lo que un fermoso, un fijodalgo, al verbo del mañana.
Ahora mi respuesta siempre es la del la del perdido, la del imberbe, la del "paleto", la del desprevenido, la del filosofo aquel, que paso a la historia por el "no lo se". Será falta de gris en la materia, la madurez o flacidez de idéas pero no caben respuestas que abarquen, posiciones valientes, decisiones vehementes porque nada responde de verdad, todo falla, ni siquiera se si acierto al no saber decir que es imposible la verdad en casi nada. Así que aquí estoy, más desnudo que al comenzar esta batalla, más débil y con la seguridad de que sin saber hay que decidir siempre con sonrisa y siempre con ganas.
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